VICTORIA:
Ricardo asiente, sacando su teléfono y, para mi sorpresa, lo vuelve a guardar en su bolsillo mientras sonríe ampliamente. Se acerca un poco más de lo necesario, tomando los papeles que están junto a mí, sus dedos rozándome de forma casi imperceptible.
—No vamos a tardar mucho, tranquila —murmura—. Pero tenemos que firmar estos papeles. Javier se gira de repente, colocando ambas manos en su cintura. Aguanto la risa al verlo y me olvido de lo que me acaba de decir Ricardo sobre firmar cosas por encima de mí. —¡Ay, ay, ay! ¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué siento esa electricidad rara en el aire? ¿Es amor? ¿Es odio? ¿O es que Ricardo no se ha perfumado hoy? —habla con un dramatismo forzado mientras camina hacia nosotros con sus ojos entrecerrados, como un interrogador profesional.