111. LA VISITA DEL TÍO
VICTORIA:
El salón parecía haberse congelado. Mi tío no respondió enseguida; me miró en silencio. Movió los papeles que tenía frente a él de manera mecánica, sin mirarme directamente. Su expresión era difícil de descifrar, como si luchara entre la necesidad de decir lo que fuera que lo estaba perturbando y el miedo a hacerlo.
Ricardo apenas giró la cabeza hacia él, manteniendo los brazos cruzados, reforzando la tensión que flotaba en el aire.
—Estoy bien, Vicky —dijo enderezándose en el sillón—. Pero tenemos que analizar muchas cosas.
—Déjate de decir tonterías, Alberto. Vicky, él tiene que hacer reposo, pero es muy testarudo. Termina de dar rodeos y dilo de una vez —apuntó Javier con impaciencia—. Ya estamos aquí. ¿Qué es lo que quieres decir? Tenemos un mundo de ropita de bebé que organizar.
Mi tío dejó escapar un suspiro profundo, moviendo la cabeza frustrado, levantó la mirada y finalmente me enfrentó.
—Vicky, las cosas con los Castellanos son complicadas, más de lo que