LUNA
—¿Pasa algo, señorita?
Me preguntó el muy idiota al ver que yo me he quedado paralizada por la impresión de volver a verle después de muchos años y haber jurado que jamás en la vida me acercaría a él.
—Pero no, aquí estoy frente a aquel estudiante que un día me avergonzó ante todo el instituto, porque sí, el mismo día que él me confesó de que yo solo era parte de su juego, todos se dieron cuenta de eso porque sus amigos se encargaron de hacerlo público, con el objetivo de humillarme a mí y engrandecerlo a él.
Después de eso, me tocó lidiar sola con las burlas que a diario recibí en la semana siguiente que me restaba para acabar el año.
—No me pasa nada jefe, bueno, en realidad si pasa, lamento esta noticia, pero tengo que renunciar a mi trabajo, por la razón que debo de viajar ahora mismo hasta mi ciudad.
Dije, tratando de hablar sin que la voz me temblara.
—¿Cómo así que va a renunciar? ¡Acaso usted cree que aquí está en un potrero y que a la hora que se le antoje puede entra