Adrian se encontraba manejando su coche en piloto automático, pero no el auto, sino él, porque su mente estaba en otro lado, muy lejos de allí.
Cada tanto miraba a la mujer que estaba sentada en el asiento del copiloto, como si necesitara confirmar y reconfirmar que realmente estaba allí y no era un delirio de su mente cansada.
Valentina le sonrió, con esa hermosa sonrisa que tan tonto lo había tenido mucho tiempo atrás y Adrian alejó la mirada hacia el frente, sin ser capaz de mantener sus ojos sobre los de ella.
-Dime Adrian, ¿Acaso ahora estás tomando el lugar de tu hermano? Tanto que odiabas las responsabilidades- se burló divertida.
“No me quedó otra” Pensó recordando el día que se había enterado que su hermano había hecho un testamento que sintió como una mochila en su espalda y que ahora estaba muy alejado de serlo, recordando a su sobrina que todos los días esperaba con ansias su llegada del trabajo. No pudo evitar sonreír al recordar su linda sonrisa que iluminaba su día a