Capítulo 67. Las cartas están echadas.
Luego de un gran revuelo en el centro comunitario, por haber ayudado a las maestras a ordenar y entregar a los niños a sus padres y tutores y dar declaraciones a la policía, Liam al fin pudo salir de los alrededores del Jardín de infancias St. James con sus dos hijos y con Emma, seguido de cerca por el guardaespaldas.
Volvieron a la casa en un silencio tenso. Emma se sentó en el asiento de atrás, con un niño a cada lado, abrazados a ella. Los gemelos seguían nerviosos y confusos, pero también, muy cansados, dormitándose sobre las piernas de la mujer.
Liam los veía cada diez segundos por el retrovisor, como si necesitara asegurarse que continuaban allí, junto a él y lejos del peligro.
Compartía miradas con Emma a través del espejo empañadas por el miedo y la desesperación, aunque también, por un profundo anhelo y la determinación de que nada ni nadie iba a separarlos.
Al llegar a la casa los recibió Carmen, que ya había llegado para su turno de la tarde, y la cocinera, que no se quiso