Al día siguiente, Royal y Kisa acudieron al médico como habían acordado. Después de los sustos de la noche anterior, era importante asegurarse de que todo estuviera en orden. Afortunadamente, el chequeo salió bien, y tanto la salud de Kisa como la del bebé estaban en perfecto estado. Royal la llevó de regreso a la mansión, ayudándola a acostarse con cuidado en la cama. Kisa, aunque un poco cansada aún, se sentía tranquila. Ya recostada, intentaba relajarse cuando escuchó unos golpecitos suaves en la puerta. Era Marfil, quien no fue a la universidad esa mañana por estar preocupada por su hermana.

—¿Puedo pasar? —preguntó ella, asomando la cabeza con cierta timidez.

—Claro —respondió Kisa, incorporándose un poco en la cama—. Pasa.

Marfil entró con paso lento, cerrando la puerta detrás de sí. Se acercó con las manos juntas, un gesto que delataba que tenía algo importante que decir.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó, con una expresión de sincera preocupación.

—Estoy bien, gracias por pregun