A MERCED DEL DINERO. C169: Yo no tengo prisa.
—Lucas, no importa cuánto intentes sentir algo por ella —agregó Marfil—. No lo lograrás, porque el amor no nace a la fuerza. No se fabrica ni se impone. Y tú… tú todavía me amas. Lo sé, lo sabes, y por más que lo niegues, no podrás arrancarme de tu memoria tan fácilmente. Esa será tu condena. Que me ames sin remedio, incluso cuando ya no puedas tenerme.
Y así se fue, dejando tras de sí un rastro invisible de caos que Lucas no supo cómo apagar. Se quedó quieto, como si cada palabra hubiese anclado una carga sobre sus hombros. No era solo la sorpresa de verla aparecer sin aviso, era la rabia callada que hervía bajo su piel: Marfil no quería estar con él, pero tampoco aceptaba que él pudiera querer a alguien más. No lo amó como él necesitaba, pero no estaba dispuesta a verlo libre, y eso… eso era cruel. Injusto. Era como si lo hubiera guardado en un cajón para abrirlo solo cuando sintiera frío.
Pero esta vez no. Esta vez no le daría el gusto de ceder, no la seguiría con la mirada ni con