Sabía que el pequeño no tenía la culpa de lo que su padre había hecho, pero, apenas había podido sobrevivir criando a mi sobrino, tener a otro niño, seria complicado. Sobre todo, cuando quiero olvidarme de la existencia de los hombres lobos.
— No puedo llevarte, lo siento — digo para después mirar a Zaid — ¿Estas listo? —pregunto y Zaid asiente.
— Estoy listo, mamá.
— Vamos — digo tomando su mano y saliendo de la habitación.
Es allí, cuando veo al señor Holftmann con su ropa llena de sangre y su pecho agitado, por cuan rápido respira y transpira. Su camisa rasgada, me muestra varios tatuajes nuevos y yo sonrío con amargura por saber la causa de ellos.
— Charlotte…
— ¿Qué sucede? — pregunto molesta y es allí cuando él ve el bolso que llevo.
— ¿Vas a algún lugar?
— Papá, ¿Por qué debemos separarnos? Yo no quiero que mamá y mi hermano se vayan. Haz algo, por favor, padre. — dice Lowell y el señor Holftmann me observa con dolor.
El señor Holftmann me mira fijamente, pero, yo no me amedra