Por más que lo piense, no me resulta buena idea eso de separarme de los niños, como tampoco, lo de preparar a Lowell para asumir el cargo de su padre, cuando como humano tiene cinco años u ocho.
Pero, aun estando en desacuerdo, ¿Cómo podría decirle que no al señor Holftmann si básicamente lo estaba obligando a ello? Esto era muy molesto y a él no le afectaba en lo absoluto.
— Pensé que los humanos teníamos una crianza terrible, al ver como muchos de esas personas son malas desde niños. Pero he descubierto que los lobos crían mejor y su sociedad, por así decirlo, está cargado de muchas reglas absurdas.
— Entonces, es muy bueno que seas humana, ¿para qué querer ser loba? —pregunta el señor Holftmann y yo suspiro profundo.
— Creí que, al marcarme, había pensado en esa posibilidad, ya que una líder de mana humana, no es lógico. — murmuro.
— Estoy cansado, ve a descansar y deja de hacer alguna locura. Recuerda que tu olor lo puedo sentir a más de cinco kilómetros de distancia y aunque no