Estaba en problemas. Era evidente por su rostro serio y sus manos sujetando las mías contra la pared, de que estaba ofendido por lo que había dicho, pero, ¿Cómo más puedo decirle que no es posible que un hombre lobo y una humana hayan nacido para “conectarse”?
— Dime, Charlotte. Demuestra que eres inteligente para justificar lo que acabas de decir — me reta el señor Holftmann con seriedad.
— Seamos realistas.
— Y tú deja de ser racista
— ¿Racista? ¿Así se llama resaltar que somos de mundos tan distintos que es imposible que hayamos nacido para ser el amor de la vida del otro? — pregunto indignada.
Cuando creo que he podido hacerlo entrar en razón, al ver que se aleja de mí. Pasa algo extraño y es que comienza a quitarse la chaqueta empapada que tenía y su corbata, sin dejar de mirarme fijamente.
— ¿Qué estás haciendo?
— Creí que había confirmado que soy un hombre cuando me transformo en uno. Pensé que habías confirmado que tengo físicamente todo lo que un hombre normal tiene. Pero veo