Desde cero

Daniel respiró hondo, no podía culparla por mostrarse reticente, e incluso la entendía si lo mandaba a freír espárragos. A penas llegaban y ya debían enfrentarse a otro disparate de Ivette. Se paró detrás de la joven, sopesando qué decir.

—Kat, confía —sus miradas se encontraron a través del espejo—. Confía en mí, no lo permitiré. —Se acuclilló a su lado obligándola a girarse para verlo.

»Te amo. —Aquellos ojos azules, nobles y hermosos que la hacían naufragar sin temor, le confirmaban lo que decía—. Te amo y no permitiré que nada, que nadie te dañe.

Ella acarició su rostro, recorriendo con parsimoniosa cautela sus facciones—. Te amo, Daniel y claro que sí, confío en ti. —Sonrió con franqueza y ambos sellaron aquella declaración con un beso.

—Pues, bien. Lo primero que debo hacer es denunciar a esa… —resopló en frustración, recordarla no solo lo enervaba, sino que lo indisponía en todos los sentidos—, a Ivette.

—No —Katherine fue muy concisa al decirlo—. No lo hagas, no quiero que ell
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