edro se inquietó dentro del cuarto de aquella mugrienta pensión en la que se alojó cuando decidió que era el momento de su venganza. Tantos años de sufrimiento que había vivido con su familia, toda aquella farsa de la que fue víctima su padre, pedía justicia. Estaba listo para ello. La justicia del hombre le falló, la divina se estaba tardando demasiado, solo quedaba la suya, la que establecería por su propia mano.
Era momento de restablecer el honor. No estaba dispuesto a seguir aguardando, menos ahora que se le acababan las oportunidades. Además, estaba harto de vivir tras una máscara de empleado servil y leal. Alicia había sido un riesgo necesario que resultó en un daño colateral. De no haber sido por la patroncita, él hubiera acabado con aquella sirvienta. Golpeó con frustración la pared, se le agotaba el tiempo y no podía echarse para atrás, no después de haber llegado tan lejos. Sus manos ya estaban manchadas, no podía acobardarse ahora. Aparte, tenía la presión de aquel sujeto