Las aventuras que estábamos viviendo en ese viaje fueron increíbles, los dos éramos inmensamente felices disfrutando de la naturaleza y de aquel mágico lugar que seguramente se quedaría instalado para siempre en nuestro corazón. Sin duda fue una decisión acertada por parte de Alex, y un gran regalo de la tía Amelia el permitirnos pasar aquel fin de semana de ensueño. Cuándo regresamos a la casa después de haber pasado un día de campo fantástico, Glenda y Grace nos esperaban, la chica no dejaba de intentar seducir a mi marido, lo cual me molestaba, sin embargo, la confianza que existía entre Alex y yo era única, y si bien es cierto que en ocasiones ambos nos poníamos celosos por la presencia de alguien más, el respeto y la fidelidad que ambos nos profesábamos jamás sería transgredido. Llegamos justo para la cena, Glenda era una espléndida cocinera, y nos esperaba con todo un banquete servido sobre la Mesa que no podíamos rechazar, estábamos muertos de cansancio por todo lo vivido en el