—Ayúdame a guardar lo más necesario para Andrew —le dijo Elizabeth a Bastian.
El chofer de su padre había ido a recogerlos tal como se lo había pedido, agradecía que el hombre fuera muy prudente y no hiciera comentarios sobre el lugar en el que se encontraba, pero estaba segura de que se lo contaría a su padre.
—Pero es que yo también necesito recoger mis cosas, ¿o es que piensas dejarme atrás? —se enfurruñó su amigo y la miró asustado—. Aunque si lo que pretendes es que me quede en esta casa a solas con Roger y lo consuele… Tal vez pueda hacerte el favor.
—Ya te gustaría que te pidiera algo así, pero no, solo quiero que nos demos prisa.
Ambos parecían enloquecidos corriendo de un lado a otro a la vez que lanzaban cosas a la maleta.
Elizabeth había dejado la mente en blanco, no se permitió ni siquiera evocar la imagen de su esposo en su mente.
En esa ocasión no estaba desapareciendo, solo estaba poniendo distancia entre ellos para que él escogiera de una vez y luchara por su familia.