Cuando Rubí apareció a Roger casi se le detuvo el corazón.
Fue su amigo el primero en reaccionar y le pidió que hablar en un lugar más discreto.
Al principio la mujer se negó, dijo que tenía un cliente asiduo al que no podía hacer esperar, pero después miró a Alexander de arriba abajo y con el dedo índice le delineó la mandíbula.
—Debo admitir que mi trabajo sería mucho más agradable contigo —susurró y vio a su amigo tensarse.
—Hum, gay soy muy gay —soltó con una voz más afeminada que la de Bastian y tiró de Roger para colocarlo frente a él.
Quería reaccionar, pero es que estaba en shock.
Esa mujer se parecía a su esposa.
Y no es que fuese igual, es que intentaba serlo.
Vestía como ella, se peinaba como ella y todo parecía que Anderson tenía una fuerte obsesión con Elizabeth.
—No queremos esos servicios, pero pagaremos por tu tiempo y tu ayuda —logró pronunciar.
Alexander se le abrazó por la espalda y le colocó la barbilla en el hombro.
En cuanto aquello terminara le iba a devolver el