—Entremos al coche, ahí podremos hablar tranquilos sin interrupciones —le dijo Alexander y Roger accedió.
—¿Por qué aquí?
Alexander lo miró como si la respuesta fuera lógica.
—Cuando tu esposa llegó a la casa se marchó a hablar con Diana, después de eso mi mujer me dijo que estaba casi segura de que ibas a estropearlo de nuevo. Aposté con ella que no sería así porque me tenías a mí para ayudarte… Ella se echó a reír. —Alexander lo miraba casi implorando—. Así que si lo has estropeado, vamos a solucionarlo antes de que se entere porque no pienso comer sus desayunos por una semana. Moriría el primer día.
Roger no podía mentirle, quería decirle que no era así y que él no había estropeado la relación con su esposa porque no había hecho nada.
Pero ahí estaba la clave, había sido demasiado pasivo y dando por hecho que todo se iría poniendo en su lugar eventualmente.
—Creo que sí lo estropeé —admitió y Alexander se acomodó mejor en el asiento al escucharlo.
—Dame un segundo —dijo sosteniendo