Su esposa se quedó esperando a que él dijera algo, pero se había quedado enmudecido porque ella tenía razón.
A él se le hacía fácil rechazar a Natalie cada vez que aparecía, pero nunca se molestó en ponerle un alto.
Elizabeth no insistió buscando una respuesta por parte de él y en ese momento se lo agradecía porque ni Roger la tenía.
Ella le dio un beso en los labios y le dijo:
—Creo que iré a casa, desde allí organizaré todo lo que te comenté antes y así también estaré con Andrew. Nos vemos después. —Roger asintió de forma robótica y la dejó marcharse.
Pasó lo que restaba del día regresando una y otra vez a los perfiles de las modelos y mortificándose al percatarse de que su esposa tenía razón.
Ninguna de aquellas mujeres había significado nada para él, a algunas ni las recordaba o tenía muy vagos recuerdos, pero Elizabeth parecía recordar todas y cada una de ellas y las ocasiones que eso la dañó.
Cuando regresó a casa, lo que menos habría esperado era encontrar la sala convertida en