Samanta
No podía dejar de mirar a Marcos, ni creer que acababa de darle mi número de teléfono. Sentía mi corazón acelerado, como si quisiera salir de mi pecho, y me preguntaba si me escribiría o si solo lo guardaría sin darle importancia. Me odiaba un poco por esperar algo de él, pero era inevitable.
Intenté concentrarme en lo que Robert me decía, pero mi mente seguía divagando, volviendo una y otra vez a la sonrisa que Marcos me había dedicado antes de tomar mi número.
—Bonita, tengo que ir a comprar algo al supermercado ¿Me acompañas?—dí un respingo al sentir las manos de Robert sobre mi abdomen. Giré mi rostro hacia él, asentí con la cabeza y le sonreí.
—¿Qué tienes que ir a comprar? —le pregunté a Robert mientras observábamos cómo los demás se alejaban de nosotros.
Él me dió una mirada rápida y mordió su labio inferior.
—Una pócima para los celos.
Abrí mis ojos con asombro y los nervios volvieron a salir a flote.
—¿Cómo?
—Eres demasiado hermosa como para pasar desapercibida y el