¿De dónde Alexander sacó un bate? O mejor dicho, ¿Por qué lo traía en primer lugar?
—Primero; esto es un malentendido —Comenzó a decir Arthur, muy confiado—. Segundo; tú no serías capaz de matarme con un bate.
Alexander ladeó la cabeza, como si lo estuviera retando.
—¿Y quién dijo qué planeo matarte? —Levantó el bate, palmeándolo con su otra mano—. Tienes doscientos seis huesos, solo romperé algunos. Y si piensas que no soy capaz de hacerlo, recuerda lo que ocurrió cuando de niños me jugaste aquella sucia broma en el jardín.
Por lo que vi, la mente de Arthur viajó al pasado y lo que encontró no debió gustarle, por el gesto de preocupación que adornó su rostro. Y de una manera que no creí posible, salió corriendo, saltando la cama hasta el otro lado. Alexander fue tras él, pero su hermano menor logró meterse en el baño y cerrar la puerta con seguro.
—¡Abre la maldita puerta, imbécil! —Pateó la puerta repetidas veces y estaba segura que se terminaría partiendo—. ¡Pensé que como era