Resoplé.
No me servía de nada regañarlo por algo de lo que ni siquiera se acordaba. En su lugar, preferí escoger el camino más sencillo: aclarar mi verdadera relación con Kiara.
—Estuve casado tres años con Kiara, pero jamás tuvimos intimidad, ni siquiera éramos cercanos —Me costaron decir esas palabras, pero tenía que admitirlo—. Ese rumor que corre por la alta sociedad respecto a que entregó su cuerpo a un pobre diablo para escapar del país y no casarse conmigo, es mentira. La noticia de que me fue infiel en una habitación de hotel por los vídeos de la cámara de seguridad —La cual, fue subida a internet por el imbécil de Kent, que al parecer quería que todos se enteraran y por su culpa Kiara terminó golpeada por su padre—. Es mentira. Lo sé porque yo mismo tomé su virginidad en este hotel, hace unos pocos días, así que te agradezco que dejes de pensar mal de mi mujer. Deja de juzgarla, porque ella no ha hecho nada para merecerlo.
Arthur parpadeó, incrédulo.
Esperaba que me bombar