••Narra Arthur••
No había nada peor que estar despierto antes de las ocho de la mañana. En especial con el dolor de cabeza que cargaba por la resaca.
Alexander estaba frente al ascensor, tomando a Kiara por la cintura con una cercanía que me parecía repulsiva. No era bueno para mis ojos ver a mi hermano en una faceta tan romántica como esa. Era extraño y hasta escalofriante.
Justo cuando los labios de ambos se iban a unir, aparté la mirada y me concentré en el jugo que estaba tomando, sentado en el sofá.
No era por pudor, ni vergüenza, simplemente no era de mi agrado ver a mi frío hermano metiéndole la lengua en la garganta a su mujer.
—Y tú… —habló a los pocos segundos, con voz alta y no tuve que mirarlo para saber que estaba hablando conmigo—. Comportarte y no olvides las reglas que te di.
—Sí, patrón —Volteé los ojos.
El ascensor se lo llevó, por suerte, ya que no quería que me volviera a repetir sus absurdas reglas por quinta vez.
La esposa albina de Alexander y yo, nos qued