••Narra Alexander••
Las paredes vaginales de Kiara eran estrechas, envolvían mi verga a la perfección. Era una sensación satisfactoria, abrumadora. Quería derramarme dentro de ella, llenarla de mi semilla una y otra vez.
—No quiero el olor de ningún otro hombre sobre tu cuerpo, ¿entendido? —dije con la voz entrecortada, dejándome llevar por su húmedo coño, cortesía de sus fluidos y del agua de la ducha que caía sobre nuestros cuerpos desnudos.
Nada mejor que follármela mientras nos bañamos para limpiar el olor del imbécil de mi hermano de su cuerpo.
Las piernas de Kiara me rodeaban la cintura, aferrándose a mí. La tenía tomada de las nalgas, moviendo sus caderas al ritmo de mis embestidas mientras su cuerpo se presionaba contra el mío.
—¿Me escuchaste, Kiara? Respóndeme —Mordí el lóbulo de su oreja, provocándole otro gemido.
Mi mujer estaba perdida en el placer, tan cerca del orgasmo que podía sentir como presionaba mi pene. Me envolvía cada vez más. Estaba tan cerca.