Mi mente estaba comenzando a formular un plan, pero el ceño fruncido de mi mujer me devolvió a la realidad.
Kiara se veía muy molesta.
—¡Tú te arriesgaste por mí! ¡Te enfrentaste a Marcos por mí sabiendo que ya intentó matarte una vez y fracasó! ¿Por qué no puedo hacer lo mismo por ti? ¡Una esposa también debería ser capaz de proteger a su esposo!
Parpadeé repetidas veces, sorprendido.
Había algo en sus palabras, en la forma en que lo decía, la intensidad de su voz, todo era tan placentero como el sexo que acabábamos de tener. La quería segura, la quería sin preocupaciones, pero al mismo tiempo, me gustaba esto. Me gustaba que se preocupara por mí. No pensé que esto fuera posible. Creí que jamás lograría ganarme su corazón como esposo, que lo máximo que conseguiría sería tener una convivencia pacífica entre nosotros y estaba dispuesto a confirmarme con eso mientras se mantuviera a mi lado, con el anillo de matrimonio en su dedo y un bebé en su vientre.
Pero estaba aquí, preocupánd