Thomas no suelta la mano de Melina en el camino a casa. Ella desearía que lo hiciera, ya que la sangre les está poniendo las manos pegajosas. Aclarándose la garganta, ella lo mira y se lo cuenta.
—Oh, lo olvidé por completo—dice, soltando su mano.
—Gracias—dice Melina, mirando su palma llena de sangre de Xiao Zhan. Gracias a Dios que todavía está vivo; incluso las manos de Thomas están tan ensangrentadas.
—Toma—