CAPÍTULO SESENTA Y OCHO

Han pasado algunas horas desde que le dispararon a Thomas. Toda la familia está en el hospital. Melina teme cada segundo que los médicos salgan y confirmen que Thomas está muerto. Con suerte, eso no sucederá. Ella sale de su ensimismamiento cuando alguien la llama.

—Melina—dice alguien, irrumpiendo en la habitación. Melina gira la cabeza hacia la puerta y sus ojos se abren en estado de shock.

—¡Franky!—Melina salta de su asiento y corre hacia su hermana.

—Hola, Mel—dice Franky, sonriendo.

—¡Ay, Dios mío! Franky, realmente eres tú—dice Melina, acercándola para abrazarla.

—Si, soy yo. Siento mucho lo que le pasó a Thomas—dice Franky, soltándose de su abrazo.

—No sé qué haré, Franky, si muere. Ni siquiera le dije que lo perdoné antes de que cerrara los ojos—dice Melina, mientras lágrimas frescas le pican en la parte posterior de los ojos.

—No te preocupes; él estará bien—. Franky le da a sus manos un cálido apretón y una sonrisa alentadora.

—Estoy orando por eso. ¿Cómo escapaste?

—Leo me
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