Te habías mudado a mi vida, así de simple, y me habías mudado a la tuya.
Después de los sobresaltos infartantes de los primeros días, creo que terminamos por aceptar cómo funcionaban las cosas entre nosotros y lo dejamos correr sin devanarnos los sesos buscándole explicación.
También tuve que aceptar que te negaras rotundamente a mostrar tu cara, y que tú y Ray fueran sólo voces aunque dejaran el video abierto.
Tus hijas sí se mostraban, Liz y Star. Al principio estaban intrigadas con esa desconocida que las saludaba desde el otro lado del mundo, pero no tardaron en rendirse incondicionalmente al encanto de Nahuel. Mi hijo tiene una facilidad innata para relacionarse con chicos muy chicos, y tus hijas no fueron la excepción. Pronto le pedían todo el tiempo que les contara una historia fantástica o compartiera con ellas sus juegos de zombies. Yo me divert&iacu