—Comamos, Stu —terció Norton con suavidad, tratando de traerlo de regreso de sus cavilaciones.
Él asintió, el dorso de la mano contra la boca con la excusa de secarse los bigotes, y giró hacia él y hacia la mesa. En vez de sentarse frente a la computadora, se sentó a la cabecera, a la izquierda de Norton, que ya traía dos platos humeantes y llenos a rebosar.
Comenzaron a comer en silencio. De pronto Stu alzó la vista hacia la computadora con una mirada especulativa, reconcentrada, y la acercó de un tirón. Dejó el cuchillo para abrir el chat y tipeó con un solo dedo: “Gracias por la canción.”
Siguió comiendo como si nada. Norton movió los ojos de él a la computadora sin hacer comentarios.
Pasaron los minutos sin respuesta. Stu situó la computadora para que ambos pudieran ver la pantalla, se armó de paciencia y logró cerrar el álbum de su firma de autógrafos.
—Edúcame, por favor —dijo con calma—. ¿Qué es esto?
De modo que Norton le explicó, abriendo la lista completa de álbumes de foto