Laia
Estaba tirada en el sofá, viendo una telenovela sin mucho interés, cuando escuché que tocaban la puerta. Pensé que sería Khloe. Seguro olvidó algo —me dije—. Además, ¿quién más podría ser a estas horas?
Me levanté con desgano, pero antes de llegar, volvieron a tocar. Esta vez con fuerza. Como si quisieran echarla abajo.
Fruncí el ceño y me acerqué a la ventana con cautela. Apenas aparté un poco la cortina y lo vi.
—¡Maldición…! —susurré—. Es Dori…
Tragué saliva. Me agaché instintivamente, como si al hacerlo pudiera desaparecer. Tal vez no me vio. Pero no estaba solo. Había un hombre con él. No lo reconocí, pero ambos tenían un aire amenazante.
Mi mente empezó a correr. Tengo que avisarle a Khloe.
Busqué desesperada el teléfono, pero al desbloquearlo me di cuenta de algo peor: no me sé su número.
—Mierda… —musité entre dientes, con las manos temblorosas.
Los golpes seguían. Más fuertes. Más violentos.
La puerta vibraba con cada impacto.
Me sentí atrapada.
¿Y si entran? ¿Y si ya sab