Capítulo 52. Reflexiones
Damián observa detenidamente sus manos, cada mancha de sangre, cada magulladura e incluso las cicatrices de heridas anteriores cuando en su niñez y adolescencia ni siquiera pensaba en detenerse a la hora de golpear. Enfadado con el mundo, etiquetado por los psicólogos y terapistas vivía en constante contienda con cualquier persona que lo mirase dos veces. Una conducta que dejaría atrás luego de saberse internado en un psiquiátrico donde pudo por fin drenar por completo todo el odio por la ausencia de una figura de respeto ya que el abuelo moría por él y más aún cuando su abuela murió, el viejo se refugió en él.
Al golpear a Andrés todo lo que había dejado atrás volvió en forma de rabia, razón por la cual no pudo detenerse por sí mismo sin embargo y contrario a lo que hacía antes pudo contenerse al ser arrastrado por sus hermanos y su ahora… padre que de ninguna manera piensa tener algún contacto con él.
— ¡Qué se joda! – pese a que escuchó perfectamente y con mucha a tención las palab