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Mientras tanto, lejos de ese oscuro sótano, Marcus volvía a conducir bajo la lluvia. Todo había cambiado para él desde que Rubí apareció en su vida. Había notado que usaba las toallas sanitarias que él le había comprado… y ese simple detalle bastó para que su humor mejorara por completo.
—¿Jefe? ¿Va a salir otra vez? —preguntó Gavin, quien estaba limpiando el coche. La lluvia seguía cayendo con fuerza.
—Mm. Voy a comprar algunas cosas —respondió Marcus mientras se subía al auto—. La otra vez no encontré las toallas adecuadas, solo compré un paquete. Pensándolo bien, fue un error. Ella es mi esposa ahora… y quiero darle todo lo mejor. Cuando supe quién era, solo pensé en protegerla, en cuidarla como merece.
—Oh… —Gavin no se atrevió a preguntar más.
Conduciendo solo, Marcus llegó hasta la tienda. Sin pensarlo dos veces, compró todo el inventario de toallas sanitarias. Llenó el carrito con docenas de paquetes, y luego hizo un cálculo mental para asegurarse de que serían suficientes pa