—Oh… —Dylan no discutió. Sin embargo, sus ojos brillantes delataban su firme determinación—. Entonces solo quiero a mami. ¡No quiero a papá!
Marcus se quedó sin palabras. No esperaba que otro hombre deseara lo que él consideraba suyo: su mujer. Por primera vez se sintió completamente perdido, sin saber cómo reaccionar. Y lo más impactante de todo era que ese “otro hombre” era su propio hijo, un niño de apenas cinco años. ¿Realmente ya había tomado una decisión tan tajante, eligiendo solo a su madre y descartándolo a él?
Cuando Rubí llegó al sótano, un guardaespaldas se adelantó para abrir la puerta. Incluso uno de ellos se ofreció:
—Señorita Rubí, ¿quiere que la acompañemos?
—No hace falta, solo deja la puerta abierta. Si necesito ayuda, te llamaré —respondió con firmeza.
Rubí entró al sótano. No era tan húmedo ni lúgubre como había imaginado; de hecho, era más elegante que las salas de estar de muchas casas. Sin embargo, la ausencia de ventanas le daba un aire ligeramente opresivo.
A