Poco después de que Rubí se cambiara de ropa, Dylan despertó. Al verla, sonrió y dijo con voz somnolienta:
—¿Mami, ya volviste?
Rubí asintió y miró la hora antes de responder con ternura:
—Son solo las dos de la tarde. ¿Cómo es que te despertaste después de una hora de sueño?
Dylan pensó un momento antes de responder con una sonrisa traviesa:
—Porque olí a mamá.
Rubí no pudo evitar reír.
—¿Cómo que oliste a mamá? Mamá no es comida.
Recordó haber leído en un informe que, si una persona dormida percibía un olor fuerte cerca, podía despertarse. Pero era la primera vez que escuchaba a alguien decir que había “olido a su madre”.
—¿Mami huele mal? —bromeó Rubí, llevándose la mano a la nariz, fingiendo olerse.
Dylan negó con la cabeza, se frotó los ojos y sonrió dulcemente:
—Mami no huele mal. Mami huele bien… tiene el olor de mami.
Rubí sonrió y le acarició el cabello.
—Entonces, levántate rápido. Mami te llevará a algún lugar.
—¿A dónde me va a llevar mami? —preguntó Dylan, curioso y sonri