Y, a juzgar por la conversación de aquella mujer con Zoey, el próximo peligro no recaía sobre Zoey, sino sobre Rubí.
Noah respiró hondo, sintiendo el peso de la decisión que debía tomar.
Cuando regresó a su habitación, se dejó caer en el sofá, con la mente abrumada por pensamientos contradictorios.
¿Debía llamarla? ¿Enviarle un mensaje?
Pero era demasiado arriesgado. Si Zoey había ordenado vigilarla, era casi seguro que el teléfono de Rubí ya estaba intervenido.
Cualquier llamada o mensaje podía ser monitoreado.
La única opción viable era hablar con ella cara a cara.
Afortunadamente, estaban hospedados en el mismo hotel.
El problema era que no sabía en qué habitación se encontraba.
No podía llamarla… y tampoco ir tocando puerta por puerta.
Caminó de un lado a otro dentro de la habitación, pensando.
De pronto, una idea se encendió en su mente y sus ojos brillaron.
Podía llamar a la recepción.
Sin perder tiempo, tomó el teléfono de la habitación y marcó el número del lobby.
—Hola, acabo