Rubí no se negó. Asintió y caminó junto a Noah hacia el lugar señalado.
Él extendió la mano para limpiar el asiento antes de que ella se sentara. Cuando lo hizo, Noah tomó aire y dijo en voz baja:
—Rubí, lamento todo lo que pasó. Lo hice… por esa mujer.
Rubí lo miró sorprendida. No esperaba que él hablara de eso. Tras unos segundos, frunció el ceño y preguntó con cautela:
—¿Esa mujer? ¿Te refieres a la que vi esta noche?
Noah asintió lentamente.
—Sí.
—¿Quién es ella? —Rubí lo observó con interés. Quizás, después de todo, Noah realmente tenía algo importante que decirle.
—¿No te resulta familiar? —preguntó él con tono enigmático—. Piensa bien quién podría ser.
Rubí guardó silencio. Las palabras de Noah la hicieron reflexionar profundamente, tratando de ubicar el rostro de aquella mujer en su memoria. Sí, le resultaba conocida… pero no lograba recordar de dónde.
—¿No lo recuerdas? —insistió Noah, al ver su expresión vacilante.
Rubí suspiró. Quería terminar esa conversación lo antes posi