Sabrina conocía bien a Tobías.
Sabía que sus palabras no eran una broma. Cuando hablaba en serio, lo hacía con ese tono sereno y cortante que nunca admitía réplica. Cada palabra suya, incluso cuando sonaba ligera, llevaba un peso real.
El rostro de Sabrina se ensombreció. Siempre había sido una mujer elegante, refinada, difícil de perturbar; sin embargo, en ese momento su expresión sombría era más convincente que cualquier máscara que hubiera usado antes.
—Sí, tuve algunas conversaciones interesantes con ella —dijo con voz pausada—. Nuestros intereses eran muy similares, pero ahora que todo esto ha pasado, creo que se acercó a mí con un propósito. —Bajó la mirada, con gesto de arrepentimiento—. Todo es culpa mía. No debí confiar tan fácilmente en una extraña. Pensé que ella y ese joven de la familia Maxwell realmente se amaban… no esperaba esto.
Mientras hablaba, su expresión se tornó amarga. Luego levantó la vista hacia Tobías y añadió con un tono cuidadosamente calculado:
—Cariño, n