Marcus asintió con gesto prudente.
—No se trata de eso, pero no puedes ser demasiado confiada. Es mejor tener precauciones.
Rubí resopló con suavidad.
—No lo haría. Puedo sentirlo.
—¿Sentirlo? —repitió Marcus, frunciendo el ceño—. ¿Cómo puedes estar tan segura?
Rubí entrecerró los ojos y contestó con firmeza:
—Porque la conozco. Si quisiera hacerme daño, habría tenido muchas oportunidades de hacerlo. No necesitaría andarse con rodeos. Y si realmente algo me pasara por comer lo que me trajo, ¿no sería una vergüenza para ella como reina?
Marcus suspiró y la miró con cierta frustración.
—¿Qué te pasa, Rubí? ¿De verdad vale tanto la pena defenderla? Es la madre de Zoey, no la tuya. No entiendo por qué reaccionas así.
Normalmente, aunque Rubí tenía un carácter obstinado, frente a Marcus rara vez hablaba con ese tono. Su comportamiento lo desconcertó.
Ella frunció el ceño y lo miró fijamente.
—Solo digo la verdad. Zoey es Zoey, y la señora York es la señora York. No las confundas. ¿No confí