Además, la situación de la familia Maxwell estaba en juego. Si Rubí esperaba un hijo de Marcus, la oposición de los ancianos perdería sentido: ya no tendrían argumentos para rechazarla.
Con determinación, Eva fue al baño de la habitación de Marcia y, sin pedir permiso, abrió el cajón. Tomó dos pruebas de embarazo y regresó de inmediato. Apoyando a Rubí, le dijo con firmeza:
—Ve al baño y haz pipí. Mamá te ayudará.
Rubí se rió con timidez.
—Mamá, puedo ir sola.
—No, ahora estás débil. Escúchame. Entre madre e hija no hay nada que ocultar —insistió Eva con seriedad.
Rubí cedió y dejó que su madre la acompañara. Poco después, Eva hizo la prueba con sus propias manos. Cuando regresó… la respuesta estaba ahí, clara: ¡dos líneas rojas!
Rubí se quedó helada. Nunca había pensado en casarse tan pronto, mucho menos en tener un hijo. Miró el rostro sorprendido de su madre y luego la prueba que tenía en la mano.
—Mamá… ¿qué me pasa? ¿Estoy embarazada o no?
Eva giró lentamente la cabeza hacia ella