Eva se llenó de alegría y dijo con premura:
—Rápido, recuéstate. En esta situación, debes ir al hospital de inmediato para que te examinen. El sangrado de implantación varía en gravedad, pero parece que tienes buen apetito y estás de buen humor, así que debería estar bien. Iré a decirle al señor Maxwell que venga a llevarte al hospital ahora mismo.
—Mamá… ¿esto es real? ¿No será exagerado? —Rubí todavía estaba incrédula y no sabía si creerle, pero intuía que Eva jamás bromearía con algo tan serio.
—Sí, escúchame. Haz lo que digo y acuéstate —respondió Eva con firmeza.
Sin más, ayudó a Rubí a recostarse en la cama y a cubrirse con las mantas. Rubí, aunque confundida, pensó que su madre tenía más experiencia y prefirió obedecer en silencio.
La emoción de Eva era evidente. Mientras observaba a su hija, recordó lo que Marcus había insinuado en la mesa: lo importante que era Rubí para él y cómo la defendía frente a todos. Aquello le confirmó lo que ya intuía: si su hija estaba embarazada,