Rubí dejó de llorar por un momento. Levantó la cabeza y miró a Marcus con incredulidad. Tragó saliva antes de preguntar, desconcertada:
—¿Qué… qué quieres decir con eso?
Marcus negó con la cabeza y, con una sonrisa forzada, respondió con aparente impotencia:
—Quiero decir que te han engañado.
—Marcus, el que me engaña eres tú.
Rubí apartó bruscamente la mano con la que él intentaba secarle las lágrimas. Su voz se quebró, pero sus ojos seguían fijos en él, firmes y desafiantes.
—Sé que te gusto porque me parezco a la mujer que amaste antes. Esa mujer era la esposa de tu hermano mayor… la madre biológica de Dylan, ¿verdad?
Antes de que Marcus pudiera reaccionar, Rubí continuó con rabia:
—¡No lo niegues! He visto el cuadro que pintó tu hermano.
—Rubí, eso es una acusación sin fundamento —dijo Marcus, serio, aunque con un atisbo de sonrisa—. Nunca te he considerado la sustituta de nadie.
—No lo niegues. Tomé una foto. No creas que no lo sé solo porque no haya visto a esa mujer. El afecto