Tomó el teléfono, dudó unos segundos y finalmente escribió:
"Ustedes dos nunca han tenido una relación, así que ¿cómo podría llamarme amante? Lo que sí me sorprende es que alguien con un trasfondo tan distinguido como usted muestre tanta falta de confianza en sí misma."
Tras enviarlo, aguardó. El silencio del otro lado se prolongó más de lo habitual. Tal vez la mujer pensaba que Rubí ya había descubierto su identidad.
Al cabo de un largo rato llegó la respuesta:
"Si adivinaste quién soy, entonces sabes que alguien como tú no puede permitirse las consecuencias de quedarse con lo que me pertenece. Si tomas la iniciativa de divorciarte, aún puedo dejarte ir."
No había rabia en sus palabras, pero el tono rezumaba altivez y desprecio. Rubí leyó el mensaje en silencio, sin molestarse en contestar. En su lugar, bloqueó el número y lo envió directamente a la lista negra. No veía necesario seguir alimentando esa conversación.
Si volvía a contactarla de alguna forma, tendría que extremar las pr