TANYA RHODES
El auto se detuvo frente al pórtico, en completo silencio el chofer me abrió la puerta. Apenas puse un pie fuera me di cuenta de que el sol estaba cayendo. ¿Cuánto tiempo había estado en el hospital?
¿Ya estarían operando a mi madre? ¿Seguirían estabilizándola? ¿Tendría que pagarle a Noah como él había sugerido? Sacudí la cabeza espantando sus palabras que aún me daban vueltas mientras de nuevo la indignación presionaba mi pecho.
Subí el par de escalones y antes de tocar a la puerta, esta se abrió súbitamente. Silvia estaba del otro lado, su rostro ansioso y su mirada nerviosa me pusieron alerta.
—¿Noah no vino contigo? —preguntó asomándose por un lado y encima de mi hombro.
—No, él se quedó en el hospital. ¿Por qué? —La seguí al interior de la casa, sus pasos eran cortos pero rápidos y yo tuve que trotar para alcanzarla—. ¿Qué pasa?
—El señor Thorne, eso es lo que pasa —murmuró como si no quisiera que la escuchara.
—¿Qué ocurre? —pregunté con el corazón latiéndome en