Observar el cuerpo de mi luna retorcerse, víctima del veneno de la bestia que la hirió, me destroza el alma. Pero el golpe más cruel es la sentencia de Doreck: mi luna, al no ser sobrenatural, se apaga lentamente. Me niego a aceptar este destino, ¿porque debo perderla ahora, justo cuando apenas la encontré?.
"¡No! ¡Me niego a ver cómo la vida de mi luna se consume, lenta, dolorosa, cruel! Siempre tiene que haber algo, ¡siempre! No puedo, no quiero, no me da la gana resignarme a perderla. Ella es mi ancla, mi aire, mi puto todo. Una existencia sin ella no es vida; es una condena vacía, un volcán helado. ¡Haré lo que sea, lo que sea, para arrancarla de las garras de esta puta oscuridad!". La sentencia me golpeó, un nudo se aferró a mi garganta, silenciándome por completo. Las lágrimas, traidoras, se abrieron paso sin permiso, un torrente que refleja la agonía pura de enfrentar la horrenda perspectiva de perder a mi lazo del alma.
"Alfa". Empezó a hablar Doreck, la incertidumbre pesando