"¿Así que eres una princesa? Con razón eres tan molesta." La voz del troglodita me sacó de golpe de mi ensimismamiento. Salté, con el corazón en un puño, interrumpiendo mi valioso momento de relajación y meditación en el río. Necesitaba un espacio privado para asimilar todo lo que el sabio de la tribu me reveló, pero su presencia, como la de tantos otros, solo busca romper la calma que no poseen.
"¿No tienes nada mejor que hacer que destrozar mi baño y mi jodida meditación?". Suelto las palabras con furia, clavándole la mirada. Bajarla significa volver a verlo desnudo, y ni siquiera eso valdría la pena con un patán tan grosero y maleducado como él.
"He venido a evitar que tu sola presencia vuelva el agua del río imposible de usar". Dijo el troglodita con una expresión imperturbable.
"Eres tan insoportable que, por tu culpa, el agua podría volverse amarga." Lo mire moleste y se que, aunque lo oculte, se está divirtiendo al sacarme de mis casillas.
"¡Eres un bruto, un salvaje! Pobre de