Que mi luna tomara la iniciativa de besarme es, sin duda, lo más especial que me ha ocurrido despues del instante en que la encontré y la reconocí como mi lazo del alma. Ahora, nuestras bocas se han unido en un beso cargado de deseo y de una hambruna compartida, mientras mis brazos rodean su cuerpo. Ella, cree ser un peso para mí, pero para mi fuerza lobuna, es tan ligera como una pluma, fácil de sostener y manipular. Sus piernas se aferran con fuerza a mi cintura y sus brazos rodean mi cuello. La espera es una agonía placentera; mi virilidad duele, anhelando fundirse con su interior, sintiendo solo el roce de su intimidad a través de las finas capas de piel que cubren su cuerpo.
Comienzo a embestirla, aunque yo soy el único desnudo; mi túnica ha caído al suelo sin que mi luna lo note, dejando mi miembro expuesto. Ella jadeó al sentir el roce de mi cuerpo contra su intimidad, aún cubierta por las pieles que llama ropa. A pesar de no haber penetración, el placer es innegable, avivado p