[SOFÍA]
Esa misma noche
El silencio de la habitación no calma nada. Al contrario, lo amplifica todo.
Estoy acostada de lado, con los ojos cerrados, pero sin dormir. No puedo. Desde que William me llamó a su oficina y me dijo, todo aquello, no he podido descansar. No al cien por ciento.
—No lo vuelvas a cruzar esa línea, Sofía —me dijo, con los brazos cruzados y el tono suave, casi cortés—. Él es el rostro de este equipo. El futuro. Y tu estás aquí para hacerlo ganar, no para distraerlo.
Ni siquiera lo negó. No me gritó. No me humilló. Fue peor. Me habló como si ya supiera que yo iba a obedecer. Como si confiaran en mí solo por mi silencio. Solo por lo que no iba a hacer.
Y yo asentí.
Asentí, aunque me ardiera por dentro. Asentí, aunque cada parte de mi cuerpo supiera que mis noches con Francesco no eran un error. Fue lo único real que nos permitimos entre tanta presión, tanta estrategia, tanto control. Pero decirle que no, a William, era más que una rebeldía. Era poner en riesgo todo