ZARCO—¿No harías lo mismo si fuera Celeste? —preguntó Gabriel con voz neutra, dejándome sin palabras—. Daniel, ve con María y quédate a su lado mientras encontramos la manzana podrida. Daniel asintió y tomó el arma, saliendo de la habitación lleno de ferocidad, pero con un semblante mortecino. ¿En verdad era capaz de defender a María en esa condición?—No tardarán en llegar los refuerzos —dije una vez que estuvimos solos Gabriel y yo.—¿Refuerzos?—La milicia…—¿Cómo?—Hablé con el general Vargas —contesté saliendo al pasillo—. Cuando él llegué, no puede agarrarnos con las manos vacías o terminaremos todos en la cárcel. —¿Esa es tu apuesta? —Soy un hombre que va por todo… —agregué divertido—. De momento tenemos a dos encerrados en esa habitación, pero falta la pieza importante y sé dónde puede estar.—Ojalá y tu plan funcione… ULISES RAMÍREZEntré a la habitación de Yolanda y el corazón me dio un vuelco. Estaba inconsciente, dependiendo de un respirador y miles de monitores que p
DANIEL ÁVILA—Tal vez yo no seré capaz de hacerte hablar… —contestó Ramírez con una gran sonrisa—, pero sí mi futuro suegro. Creo que no hay mejor forma de ganármelo que entregándole a quien intentó asesinar a su hija. El general Vargas estará encantado de conocerte y sacarte todo apunta de golpes. Tal vez te meta a la maldita cárcel donde me metió, con todos esos criminales que estarán gustosos de tener una mujer para ellos. ¿Cuánto tiempo crees que tardarás en comenzar a suplicar por piedad?—Esos hombres no han visto en años a una mujer y apuesto a que les vas a parecer hermosa —agregué sintiendo lástima por ella. —¡No! ¡Espera! ¡No! —exclamó la chica aterrada, aferrándose a la chamarra de Ramírez—. No me pagan lo suficiente para soportar eso.—¿No? Creí que Esteban te estaba pagando mejor que Gabriel —agregó Ramírez.En ese momento la puerta se abrió, alertándonos, ya esperábamos un conflicto más cuando Gabriel y Zarco entraron, desconcertados por lo que veían.—El hospital es un
CELESTE CÁRDENASLlegué hasta la puerta donde Isabella me estaba esperando, sus ojos se iluminaron y extendió su mano hacia mí, ansiosa porque saliéramos por fin de esa casa, pues los pasillos ya comenzaban a iluminarse con el fuego que los devoraba. Al ser tan grande, el incendio había tardado en apoderarse de todo, pero el tiempo no perdonaba, la madera comenzaba a crujir y pedazos de techo caían al suelo. Ese lugar se estaba convirtiendo en una trampa mortal.—¡Vamos! Guillermina está con los niños y… —Noté en su semblante pálido y aterrado que ya había visto a Esteban detrás de mí. Cuando giré sobre mis talones, Esteban estaba sosteniendo esa arma perdida, apuntando directo hacia Isabella. —Esto se acabó… —dijo con media sonrisa, sabiéndose victorioso. —Lo siento mucho, Isabella… —agregué con lágrimas en los ojos, sabiendo que ahora creería que yo siempre estuve del lado de Esteban.—Celeste… —Sus ojos ignoraron por completo el arma apuntando hacia ella, prefiriendo verme a mí,
CELESTE CÁRDENAS —Celeste… Escuché la voz de Zarco, llena de ternura, mientras sus manos me tomaban por las muñecas, descubriendo mi rostro que había cubierto con mis palmas. Cuando abrí los ojos me encontré con sus hermosos iris bicolor que me veían con tanta dulzura que no pude evitar ponerme a llorar, había tenido tanto miedo de no volverlo a ver. Sin pensarlo dos veces me lancé a sus brazos y me aferré a su camisa, lamentándome y aferrándome a él. —Tranquila, todo está bien, tenemos que salir de aquí antes de que todo esto se caiga a pedazos —dijo en un susurro mientras me tomaba entre sus brazos. Entonces desvié la mirada para ver el cuerpo de Esteban en el suelo, con un agujero de bala en la cabeza. El disparo había salido del arma de Zarco, justo a tiempo, impidiendo que Esteban acabara conmigo. No despegué mi vista de él, sintiendo una nostalgia extraña en mi corazón. Esteban significaba mi pasado, ese amor bonito que quise encontrar y solo hallé dolor y manipulación.
CELESTE CÁRDENAS Los días siguientes fueron ajetreados y confusos, todo pasó tan rápido. En cuanto llegué al hospital me internaron, la noticia de que estaba apaleada y embarazada de gemelos, alertó al cuerpo médico. Mientras revisaban mi herida de bala y el resto de las lesiones, supe que el padre de Yolanda se había llevado a esa tal Leslie, dejando por fin en paz a Ramírez, incluso olvidándose de él, aunque no por mucho tiempo. Por la gravedad de mis heridas, fui la primera en abandonar el hospital, regresando los primeros días a casa de mi madre, quien, a su regreso al país, estaba muerta de preocupación y se aferró a ser ella quien cuidara de mí, creyendo que Zarco no sería capaz ni tendría la delicadeza suficiente, eso no evitó que él se mudara con nosotras, renuente a dejarme sola, y mi querida suegra venía a visitarnos seguido, siempre con regalos para los gemelos. Todos ansiaban su llegada. Días después María dio señales de vida. Daniel no se apartó de ella en ningún mom
ZARCO—Desde ahora no tenemos rey… El señor Esteban ha desaparecido para siempre y no tenemos ninguna obligación hacia él ni hacia sus motivaciones —dije con firmeza mientras caminaba de un lado para otro en la caballeriza, ante todos mis hombres, quienes parecían no tener problemas con mis palabras.—¿Ahora, a quién serviremos? —preguntó el capataz mientras yo veía ese alfil negro entre mis dedos, dándole vueltas con indecisión. —A la reina negra… A ella le deben obediencia. Ella manda, esté presente o no —contesté con una sonrisa—. Su palabra es ley. ¿Entendido?—¡Sí, señor! —contestaron todos al unísono, divertidos, viéndome con lástima y una sonrisa enorme, sabiendo que era hombre al agua, que ahora mi mente y corazón estaban al servicio de una sola mujer, entendiendo que ya no me quedaba nada, ninguna ambición que no fuera proteger a mi familia y a mi hermosa reina. De pronto el silencio de todos me avisó que debía de ser prudente, cuando volteé hacia la puerta, noté a Celeste,
ZARCOSus tibias manos se posaron en mis mejillas, haciendo que dirigiera de nuevo mi atención en ella, desconcertado y mareado. —Sería hipócrita de mi parte si te juzgara por lo que hiciste —dijo Celeste con melancolía—. Tú eres consciente de mi pasado y de cuánto daño causé. Arruiné la vida de todos y me esforcé por destruirlos. »No fui capaz de detener a Esteban, no lo intenté lo suficiente, tuve la esperanza de que volvería a ser el hombre bueno que conocí, pero eso nunca pasó y solo sembré dolor y miseria a mi alrededor. ¿Con qué cara puedo reclamarte algo? »Además, una mujer muy sabia me dijo un día: «Quien esté libre de pecado, que arroje la primera piedra». No pude evitar sonreír en cuanto mencionó la frase favorita de mi madre. —Si algo he aprendido en este tiempo es que nadie tiene el valor moral para juzgar a otros —agregó reflexiva, pero triste—. Nadie es completamente bueno ni malo, y si yo no fuera capaz de comprender eso, entonces no habría aprendido nada en todos e
YOLANDA VARGAS—¿Por fin me dirás lo que te ha estado torturando? —pregunté emocionada. Ramírez me había llevado hacia el lago y una vez que llegamos al puente, no pude evitar sonreír. Llevaba días comportándose extraño y distante. Tal vez era muy tonta al pensar que estaba planeando proponerme matrimonio, pero no podía evitar sentirme emocionada por la idea. Isabella ya estaba casada, María acababa de hacerlo, incluso Celeste estaba comprometida. ¿No era justo que yo también pudiera vivir ese momento especial con el hombre que consideraba el indicado? Ramírez era atractivo, exhalaba peligro y, sobre todo, parecía amarme con sinceridad. Estaba ansiosa de que ese hombre fuera mío, deseaba verlo cada mañana al despertar y sabía que era con quien deseaba tener hijos. Ya estaba lista para gritar: «¡Sí, acepto!», pero su rostro apagado y melancólico me advirtió que se trataba de otra cosa. —Yolanda… Eres una mujer maravillosa, inteligente, fuerte, astuta… Eres la clase de mujer que se