GABRIEL SILVA
Llegué con la frente en alto a la mansión familiar y justo afuera del despacho de mi abuelo, Daniel estaba sentado, jugando con su bastón.
—Primo… ¡qué gusto volverte a ver! —saludó en cuanto me senté delante de él.
—Entonces… ¿yo hice todo eso? —pregunté divertido.
—Cada golpe.
—Me alegra que hayan llegado —dijo mi abuelo asomándose por la puerta, con esa actitud seria—. Pasen, necesito hablar muy seriamente con ustedes.
»He visto las noticias y ¿saben qué es lo que veo? ¡Solo caos para la familia! El n