La oportunidad que no esperaba.
5:20 a. m.
El teléfono vibró sobre la mesa de noche con una insistencia brutal, rompiendo el silencio espeso de la madrugada.
Alan Fonseca se removió entre las sábanas, desorientado, con la mente aún atrapada entre sueños inconclusos.
Parpadeó varias veces hasta enfocar la pantalla iluminada.
Frunció el ceño, y el nombre que aparecía lo hizo incorporarse de golpe.
—El señor O’Brien… —murmuró, con la voz aún pastosa por el sueño—. ¿Llamando a estas horas? Qué extraño…
«Qué le habrá hecho mi hija malvada», se dijo internamente, pensando lo peor de Aitana.
—Alan Fonseca al habla —respondió con la cortesía automática que había perfeccionado durante años.
Al otro lado escuchó como Jax se aclaró la garganta.
—Alan Fonseca —la voz de Jax atravesó el auricular, fría, autoritaria, y sin rastro de cortesía—. Si quieres que yo siga invirtiendo en tu hospital, buscarás la manera de que Aitana Fonseca ingrese al quirófano para realizar la operación de la paciente Anny.
Alan se quedó inmóvil.
El s