Siete días más tarde.
Una semana después de la llegada de Ronald y Susan a la mansión, temprano por la mañana, Jenna se encontraba trasteando en la cocina, preparando el desayuno, con la misma destreza y atención de siempre.
A pesar de la tensión que sentía a su alrededor, Jenna se había esforzado en mantener una actitud atenta y amable para con sus ahora suegros; pese a que sabía que esto sería especialmente difícil con Susan, quien se había encargado de demostrarle, una y otra vez, que ella no era de su agrado.
Desde que se habían trasladado a la mansión, Susan, siempre con una sonrisa que no llegaba a sus ojos y con los brazos cruzados sobre su pecho, observaba con mirada crítica cada uno de sus movimientos.
Y esa mañana no fue la excepción.
Mientras David y Ronald se preparaban para bajar a desayunar, Susan aprovecho su oportunidad a solas con Jenna para menospreciarla y humillarla una vez más.
—¿No se supone que eras chef? —preguntó Susan con veneno en la voz, examinando el desa