CAPÍTULO 41 – Convivencia Forzada

«Tu padre no está bien. Vamos de camino al hospital».

Tras leer aquel mensaje, David no pudo evitar maldecir.

Preocupado, se vistió de manera mecánica, tomó las llaves del coche y se dirigió al garaje de la mansión.

Cuando sacó el automóvil de la villa, la noche era fría e, inevitablemente, los cristales del coche se empañaron por su respiración, por lo que se vio obligado a encender la calefacción.

Tras solo cinco minutos de conducción, aparcó en el estacionamiento del hospital, se bajó tan rápido como sus piernas se lo permitieron y se encaminó hacia la sala de espera, en la que se encontró con Susan con el rostro contorsionado en una expresión de preocupación.

—¿Cómo está papá? —preguntó David en un susurro cargado de ansiedad.

—No lo sé, aún lo están atendiendo —contestó Susan con la voz ronca y las lágrimas rodando por sus mejillas.

Tras este breve intercambio de palabras, y sin saber qué más decir, David se sentó en una de las sillas azules de la sala de espera y se dispuso a es
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